Y SE NOS HELÓ EL CORAZÓN 1.12.2025
Andaba yo pensando en tema para esta columna y sin saber en qué esperpento detenerme de esta sociedad valleinclanesca, cojo el móvil para consultar algo de forma rápida y puntual y, sin darme cuenta, lo suelto mucho tiempo después y sin tener claro para qué lo había cogido. El imán del móvil y de las redes sociales. Creo que es algo generalizado que a mí personalmente me deja entre el desconcierto y la rabia por el tiempo perdido de forma absurda.
Y así nos pasamos las horas. Cada uno dentro de su propia burbuja mcluhiana, que nos hace ver el mundo moldeado a nuestra manera según las puertas que hayamos abierto.
La tecnología es fascinante. Gracias a ella, mantenemos contacto con más gente, tenemos mayor acceso a los medios de comunicación y recibimos información útil sobre determinados temas. En cambio, todo esto va acompañado de mucha basura o al menos de exceso de información.
Aun siendo críticos y teniendo una predisposición de rechazo al morbo y al estiércol, se nos cuelan las vidas que exhiben nuestros contactos y la carnaza que vuelcan los poderes políticos y los grupos ideológicos a favor de sus intereses y en contra del opuesto. Por otra parte, surgen por doquier consejos de salud, ejercicio físico, terapias psicológicas, recetas de cocina y de limpieza, humoristas recién estrenados, abogados dispuestos a salvarte de problemas jurídicos o sabios inversores que te animan a multiplicar tu dinero. Y además los mil trucos informáticos para instalar aplicaciones imprescindibles, para proteger tu seguridad amenazada o para conocer las últimas posibilidades de la IA.
A esto hay que añadir a un nivel más cercano toda la oferta de rutas y viajes al último rincón desconocido, presentaciones de libros maravillosos, conferencias de sumo interés, comidas solidarias con todo tipo de causas, conciertos variopintos, besamanos y besapiés y manifestaciones con todas las pancartas posibles.
Son terribles los contactos que te ofrecen cincuenta fotos de cualquier evento. Pero más temibles aún son aquellos aficionados a la escritura, a compartir reflexiones y opiniones. Con estos se pierde la noción del tiempo.
Todo esto aderezado con los inevitables anuncios publicitarios que se incrementan en tiempos de consumismo atroz y anticipado y falso espíritu navideño.
El resultado es que nos convertimos en zombis dentro de una burbuja a punto de explotar. Nos quedamos con la sensación de perdernos la vida tan interesante de los demás, de necesitar comprar muchos más productos, de necesitar tiempo para esto y lo otro y lo otro. Sin embargo, no lo hacemos porque pasamos las horas mirando la pantalla, llenando nuestro vacío de contenido insustancial y aumentando nuestra frustración.
Contra la digitalización nos advierte el filósofo coreano, Byung-Chul Han, reciente Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades. Critica el apoyo rotundo de los poderes económicos y políticos a la digitalización. Según él “cuanto más rápido vaya esta red, más se fragmenta nuestra atención, y esto no solamente nos enferma, sino que altera la cultura. Porque la cultura requiere de otro tipo de atención, una más lenta y larga”.
Y si los adultos somos adictos, estaba empezando a pensar en el uso y abuso por parte de los jóvenes. Las suyas son otras vivencias digitales que requieren un análisis detallado. Estaba con esto cuando vi un lazo negro en la pantalla. ¿Qué será ahora? ¿Otro caso de violencia de género? Esta vez no, aunque tampoco nos abandona esa lacra. En este sábado de crudo invierno se ha helado el corazón de Jaén. ¡Juventud, divino tesoro, hecha añicos! ¡Cuánto silencio y cuanto tenemos que hablar con la juventud y de la juventud! Y no solo poner un móvil en sus manos.