SOBRE LOS TEJADOS DE DUBROVNIK
“El agua del mar cura todos los males del hombre”
(Eurípides)
Aquella tarde paseamos
por las murallas junto a los tejados de Dubrovnik.
Entre tejas rojas y ocres,
entre la destrucción y sus testigos.
Seguimos la dirección que marcan
los escasos dos kilómetros
subiendo y bajando
extasiados ante el brillo terroso de la ciudad de piedra
a nuestros pies.
Oeste, Sur, Este y Norte
mientras el atardecer ponía
una caricia tornasolada en nuestra espalda
y en los tejados de Dubrovnik.
En silencio imaginamos acongojados
el horror cainita del ayer:
los miles de refugiados
los miles de cadáveres
según las sombrías estadísticas de la ciudad.
Y nos besamos.
Entre tejas rojas y ocres nos besamos.
Nos conjuramos para conjurar el odio
y embalsamar las torres y callejuelas heridas
ansiosos de que sea solo un golpe de mar,
un golpe adriático de agua salada y curativa
quien asedie la fortaleza inexpugnable
y bañe de azul
y cicatrice
las tejas rojas y ocres de la ciudad petrificada.
Perdónalos, Dubrovnik. Perdónanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario