domingo, 11 de diciembre de 2022

En el parque

Relato seleccionado en el V Concurso de Relatos Cortos sobre violencia de género de la Fundación Luz Casanova (2020)

FALLO DEL JURADO


PRESENTACIÓN DEL LIBRO









EN EL PARQUE

    Los viejos somos inmensamente ricos; tengo todo el tiempo del mundo engarzado en el reloj de bolsillo de mi chaleco. Y aunque gozo de poca vista, menos oído y casi nada de masa muscular, todavía llego hasta los bancos del parque para abrazar los rayos de sol matutinos entre las páginas de un periódico. Aunque a veces leo más en los paseantes que me rodean que en el papel.

    Esta mañana una graciosa niña jugaba distraída entre las flores. Iba y venía sin rumbo aparente. En un banco cercano, sus padres hablaban. La niña se acercaba a ellos y, enseguida, se volvía a alejar. Parecía inquieta pero observadora. Le llamaban la atención el colorido de las rosas y algunas plantas exóticas que renacen en primavera. Desde mi banco, la conversación apenas se apreciaba. El tono no era ni alto ni bajo, pero se intuía tenso. La madre hablaba con seriedad y elegancia. Entre parterres de celindos y glicinias, la niña también aguzaba el oído, aunque parecía tener dificultad para escuchar algo. Intrigado por el espectáculo, utilicé el periódico como parapeto y esperé.

    Minutos más tarde, en otra vuelta del paseo, la niña, y también yo, descubrimos algo más. Su madre abría impasible el bolso y sacaba un pañuelo. No parecía tener alergia ni mocos. Aquella mujer, con discreción y disimulo, lloraba. Ahogaba las lágrimas casi en el momento de su nacimiento. Se alternaban lágrimas y palabras, palabras y lágrimas. Él permanecía incrédulo e impasible. No era difícil adivinar en sus ademanes su incomodidad y su creciente ira. La tristeza de la mujer daba paso al dolor, pero la tragedia se disipaba cuando los zapatos de la niña se acercaban. Cada vez sus vueltas eran más rápidas y sus movimientos, más alocados. Sin embargo, parecía estar absorta en sus pensamientos, construyendo mundos de fantasía sin quitar ojo a aquel turbio banco.

    Yo tampoco podía dejar de girar mi sombrero y mi bastón. En ese momento, mi audífono, muy inoportuno, empezó a emitir pequeños pitidos. Se había gastado la pila. Me angustié más aún. Tenía que volver a casa. Eché a andar, no sin antes vislumbrar los ojos sin fondo de ella y la mirada torva de él. Me llevé un regusto impotente y premonitorio. Quizá sea la intuición de viejo carca. Pero también la de un viejo que escuchó, respetó y amó.

    Diez años después…

    Una adolescente en su dormitorio, aparentemente ocupada con los deberes, escucha a lo lejos una conversación en la cocina. El portazo no aísla, sino que provoca que se sientan más libres para subir el volumen. Como siempre, sus tripas se retuercen y se empieza a poner nerviosa. Abraza el vacío de su almohada. Se tapa los oídos. Otra noche más y ninguna decisión.  En ese momento, suena un mensaje de móvil. Es su amiga: “No olvides trabajo de Literatura. Es de un escritor que acaba de morir, seguramente un viejo carca. El texto que tienes que analizar se titula: En el parque.”

 

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