jueves, 29 de diciembre de 2022

Entre la luz y la oscuridad

 






ENTRE LA LUZ Y LA OSCURIDAD                        28.12.2022

    La vida cotidiana nos sorprende con gran variedad de vivencias. Hace unos días, en este mes de diciembre, dejé olvidado mi bolso en el banco de un parque. Después de la angustia correspondiente, de forma milagrosa, lo vi en el asiento de una familia que se reunía en un restaurante. Lo habían cogido y esperaban a la policía para entregárselo. En pocas palabras y gestos que lo decían todo, expresamos el agradecimiento y ellos dejaron al descubierto su menú de valores.

    Horas más tarde, vi cómo en medio del alumbrado navideño, un antiguo alumno, cincuentón por lo menos, abrazaba a su maestra de infantil con la misma ternura como si estuvieran en aquella clase lejana.

    Parece todo tener el barniz mágico y sentimental del anuncio de lotería pero fue real. En estos días también nos llega la labor solidaria de múltiples asociaciones que forman otra familia sin sangre, que piden y reciben ayuda para gente que ni conocen. Aunque parece que en Navidad hacen el agosto, están todo el año codo con codo.

    Es el mismo barniz de la familia que se sobrepone a los problemas y aguanta  los chaparrones, como la inestabilidad laboral o la subida de precios que agobia hasta asfixiar. Y de manera más íntima, cada uno de nosotros luchamos con nuestras penas y dificultades y nos levantamos intentando enderezar el mundo cada día.

    Nos quejamos de lo mal que está todo. Y con razón. Lo que más duele: esa guerra cercana por la que Europa se desangra en medio del sinsentido. Pero me niego a rendirme. Dentro de cada uno de nosotros, ahora y durante todo el año está la luz y la oscuridad. Como escribió Rafael Guillén: “Se existe por instantes de luz. O de tiniebla.” 

    Para los creyentes, cada diciembre brilla la luz de Dios, como canta el villancico. El resto se apunta a la fiesta de los reencuentros, los buenos deseos, la música pegadiza y las luces que invitan al consumo y a la alegría. Y todos, aparentemente felices, nos unimos de una u otra manera al espíritu navideño. 

    ¡¡El espíritu navideño!! ¡¡Tonterías!! El espíritu navideño dura todo el año en el corazón de las personas buenas. Todo lo demás es un envoltorio de luces y sonido que nos reblandece hasta la cursilería. 

    Cada Nochebuena me asomo un momento a la calle mientras se ultima la cena, siento el frío en la cara y veo la iluminación humilde de los pueblos, las luces encendidas en las casas con alegres reuniones familiares, las casas apagadas, cada vez más por desgracia, y por último, busco en silencio la luz de las estrellas.

    No es el alumbrado. Es la luz de nuestro interior, que está todo el año iluminándonos a nosotros y a los que se dejan encender por nuestros “fueguitos”, como los llamaba Eduardo Galeano. Solo tenemos que seguir el consejo de Ángeles Mora en un poema reciente: “Buscar la luz,/ no mirar por los rotos/ donde el rencor oculta/ su negrura infinita.” FELIZ NAVIDAD.



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