PARAFERNALIA NAVIDEÑA 31.12.2024
Es probable que cuando se publique este artículo, ya hayamos alcanzado unas cotas importantes de empacho festivo. El empacho, además de altas dosis de azúcar, tiene como ingredientes estrés consumista, hipocresía en las relaciones personales, móviles saturados de tonterías, excesos de todo tipo y demasiado brillibrilli falso. En las ciudades se rivaliza por poner más cantidad de luces, aunque sea siempre en las mismas calles. Y allá vamos todos a ciegas a ver las luces aunque nos falte la Luz.
Este año la supuesta Navidad comenzó en medio del lodo de la dana que también olvidamos demasiado pronto como Ucrania o Palestina u otros infiernos. Eso no queda bien en la alegría de nuestro Belén. Y el principal problema era el nombre que le dábamos a nuestras felicitaciones para ser más inclusivos, más exclusivos, más ateos o más tontos del culo. Que si felices fiestas, feliz Navidad, feliz solsticio,... Respeto casi todas las opciones y creencias pero no tolero imposiciones y que se haga de esta tontería un problema me parece demencial. A continuación, para el puente de diciembre, todo tenía que estar inaugurado, saturado y comprado. Y a lo largo del mes hay que ir a tropecientas comidas de amigos, empresa, clubes o gimnasios, en las que, aparte de su precio excesivo, se puede comer peor que el resto del año porque todo está demasiado desbordado.
De regalos, mejor ni hablar. Ya que teníamos asimilado a Papa Noel, ahora aparecen cabalgatas y papanoeladas varias. Y la novedad cada vez más extendida son los elfos y duendes que circulan por la casa durante todo el mes. Y más regalos. Y gastar y comprar que es lo que interesa.
He disfrutado en carne propia la participación en conciertos, algunos sublimes, con música que eleva el alma, por ejemplo, el Mesías de Georg Friedrich Händel. También he bajado al suelo al ritmo de una pandereta cantando lo más popular. Y hay espacio para todo. Considero loables las iniciativas en las que se funde la música o la cultura en general con la solidaridad pero parece que solo hay que desplegar el buen corazón en este mes. Últimamente veo mucha afición a las zambombas flamencas, muchas veces ligadas a cofradías de Semana Santa. Y entre eso y las procesiones Magnas me confundo y ya no sé en qué época del año estamos. Conozco a gente que critica que los políticos canten villancicos juntos. A mí, más allá de que canten, bailen o den discursos con felicitaciones estándar, lo que me importa es que legislen y actúen siguiendo la Luz de la Navidad.
Por otra parte, vemos a los psicólogos haciendo el agosto dando consejos sobre los propósitos de Año Nuevo, los traumas tras las incómodas o conflictivas reuniones familiares o las alegrías y tristezas de estos días. El dolor de las enfermedades y las pérdidas nos descoloca y no sabemos cómo encajarlo en las piezas del puzzle festivo. Lo vivimos como una tragedia que nos expulsa de la felicidad obligatoria, cuando es una realidad que a todos nos tocará vivir tarde o temprano. Y eso también es Navidad.
La Navidad empieza y termina de forma brusca cuando lo dictan las normas de los mercados que, acto seguido, nos imponen rebajas, devoluciones de regalos, dietas y lunes negro, el día más triste del año, en el que hay que estar compungidos y depresivos porque toda la felicidad de los días anteriores también ha vuelto a la caja como las figuras del Belén.
Sin duda, son fechas de momentos inolvidables pero también nos pretenden imponer costumbres y guiarnos como a las ovejas hacia portales poco saludables. Percibo en todo ello que nos alejamos de la auténtica Navidad, que tan bien nos contaron Dickens o Pedro Antonio de Alarcón en su “Nochebuena del poeta”, entre otros. Y ansío cada vez más unas fiestas con austeridad y serenidad en las que seamos felices sin darnos cuenta, con la rutina de una vida bondadosa sin sobresaltos y llena de pequeños detalles que salen del corazón. Coincido con el novelista británico Edward Morgan Foster que escribió: “Me gusta la Navidad en conjunto… A su torpe manera, acerca la paz y la buena voluntad. Pero es más torpe cada año”.
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