domingo, 28 de agosto de 2022

Mens sana

 


MENS SANA                                                                                28.08.2022

    De todos los encuentros de este verano, se me ha quedado especialmente grabado uno. Es la típica reunión de amigos con sus parejas e hijos, con más alegría si cabe después de la pandemia. Se alarga la noche, bajan las luces, los niños se van cansando de jugar y oscilan entre la emoción y el sueño. Miro entre la gente y han desaparecido dos mujeres gemelas. Vidas paralelas en el pasado que han trazado valiosos caminos propios en el presente. Las encuentro minutos después en la penumbra de un dormitorio lleno de literas. Están acompañando a sus hijas en el camino del sueño a través de cuentos y caricias que calman sus pequeños corazones palpitantes. Como seguramente lo vivieron ellas en su infancia. Fuera han quedado el ruido, las risas, los problemas y retos de cada día. Entre dos luces, a media voz, se intuye el cariño y las experiencias compartidas, que es lo que une de veras. Seguramente, durante la convivencia veraniega, encontrarán otros momentos para escucharse y comprenderse. 

    Ya sé que las reuniones llevan aparejado el impuesto de tropezar con gente sabionda que dan lecciones de todo. Pero hay otros encuentros que generan momentos de complicidad y confidencias muy necesarios en este mundo hiperconectado y a la vez hiperdeshumanizado. El cuerpo a cuerpo, con todos los matices de tonos de voz y miradas, sin pantallas ni mascarilla ni coraza, con sonrisas y lágrimas al descubierto favorecen la comunicación y la comprensión que tanto necesitamos. 

    Que tire la primera piedra quien no ha pasado un bache, un duelo o quebranto que nos ha llevado a pedir ayuda. En los últimos meses, Rosa Montero y Ángel Martín han publicado libros sobre nuestras sombras. Rozalén también nos anima a agarrarnos a la vida en sus canciones. Vemos cómo estos problemas cada vez salen con más frecuencia de nuestros “almarios” sin que nos escandalicemos.

    Pero todo se agudiza en nuestra sociedad hipócrita, competitiva y materialista que nos genera depresión, ansiedad, poca tolerancia a las frustraciones y nos llena de miedos y traumas. Si los trastornos mentales ya iban en aumento, con la pandemia más y peor. La proliferación de libros de autoayuda y de psicólogos mediáticos dan prueba de ello. Podemos consultar en los gabinetes psicológicos o comprobar la valiosísima labor de los colaboradores del Teléfono de la esperanza y veremos cómo está nuestro almario.

    Me alegra que ciudades como Alcalá la Real se suban al carro de un proyecto europeo contra la depresión y el suicidio, una de las lacras ancestrales de la zona. Ayuntamiento, médicos, UNED y diferentes sectores sociales están implicados en el tema. Nos dan una lección de lo que es lo importante, de lo necesaria que es la información y la formación en este campo, de lo que es cuidar y cuidarse. Si la salud mental falla, falla todo.

    En los pocos días de verano que quedan y dentro del listado de propósitos para el año nuevo que empieza en septiembre quizás deberíamos apuntarlo en primer lugar. 

domingo, 21 de agosto de 2022

Verano azul

 



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VERANO AZUL                                                                                                    21.08.2022

    Sé de un lugar… donde el tiempo se detiene y me quedo absorta ante la gran paleta de colores y olores. Tranquilidad infinita de siestas sin medida. Emociones fuertes en el rompeolas. Brisa refrescante que caracolea a mi alrededor y me despeina con alegría. Pequeños grandes constructores de murallas y castillos alineados en la orilla. Muchos juguetes. Balones, gafas y tubos de buceo. Alguna cometa. Las nubes. El bebé que viene por primera vez con un cargamento de gorritos, pañales y babas, suyas y ajenas. Kilos de cremas untadas sobre todo tipo de pieles. Arrugas y celulitis sin pudor. Escaparate de cuerpos torneados en el gimnasio o cuerpos flácidos que invitan a refugiarse en ellos. También huesudos, peludos o pecosos. Cuerpos mojados que ponen sal en la vida de las toallas. Carne, mucha carne en el asador. La insolación y las quemaduras odiosas. Sombrillas coloridas, seguras o rebeldes, buscando en un pequeño vuelo su minuto de gloria y dejar algún lesionado, si es posible. El ritmo insistente de la pelotita. Los juegos de cartas. Los domingueros. Las infraestructuras de toldos y sombras que tienen como piedra angular una legión de neveras. La sandía y el altavoz. Los que leen página a página, vuelta y vuelta. Algunos apuntes buscando la concentración y esquivando la arena. Pocos periódicos. Cada vez menos. Los paseantes. Los atardeceres dorados. Los coleccionistas de conchas y estrellas. Las conversaciones que dan la vuelta al mundo. Ponerse al día un año después. “¡Qué grande estás!” o “No ha venido este año”. La rutina. Lo que nunca cambia y siempre es distinto. Los planes de comida. El incidente de ayer. Mirar el color de la bandera, o mejor, mirar a los socorristas. El día de las medusas. Los vendedores y pregoneros de casi todo. Los helados. La vecina de la toalla. Los nuevos amigos. Las pandillas de adolescentes. Las miradas. El deseo. Los cursos de vela. Los surferos. El barco grande de las doce. Los toboganes. El experto en vientos. El día, que se está estropeando. El empacho de arena y olas de calor. El paseo marítimo. El club náutico. El camping. Los pescadores y su fresca mercancía mañanera. El chiringuito. La cerveza y los espetos, que saben mejor que nunca. El espigón. Tirarse desde la roca más alta. Chapuzones varios. Aquellos pinares donde la arena es casi harina. Las espinas de los erizos. Los poetas mirando el horizonte con nostalgia. El yoga o la meditación. Los miles de pensamientos que quería dejar en casa pero que se han venido conmigo para atormentarme a pesar de lo que he pagado por este paraíso. La paz encontrada. Los cambios de vida. Los planes para septiembre. Las lágrimas que no se ven bajo las gafas de sol o que se anudan con el agua salada. El móvil. Mucho móvil. Las fotos, el postureo, ¿cómo no? Para las redes sociales. La famiiiilia. Los encuentros. La risa. La alegría de verdad.

    Verano. Tú. Yo. El mar. La mar. El mar. ¡Sólo la mar! 


domingo, 14 de agosto de 2022

Al buen tiempo, mala cara

 





AL BUEN TIEMPO, MALA CARA                                                                                14.08.2022

    Todos los veranos buscamos el agua para refrescarnos en playas, piscinas y ríos. Donde hay agua, brota la vida y la alegría, el placer y la relajación. Sin embargo, no siempre somos conscientes de su valor. Abrir el grifo nos parece algo automático e inagotable. En cambio, el agua es un bien escaso para casi la mitad de la población mundial. Es un problema que se avecina y que en otras épocas ya hemos sufrido también en el primer mundo. ¿Alguien recuerda la fuerte sequía de los noventa que llevó incluso a plantearse algo totalmente inviable como evacuar a la población de Sevilla?

    Por otro lado, este verano estamos viviendo en carne propia el insoportable aumento de las temperaturas. Y parece que es lo que nos espera. Se habla de cambio climático y de agotamiento de recursos de un planeta con casi ocho mil millones de personas con fecha de caducidad cada vez más cercana. Pero nosotros seguimos mirando para otro lado.

    Hace unos días el “Financial Times” criticaba la gestión del calor en España y se planteaba si alguien viviría aquí dentro de cincuenta años. Desde fuera, ven que el aumento de temperatura representa una amenaza para el paraíso español. No saben que aquí los temas importantes que implican medidas a largo plazo, como leyes educativas, políticas de fomento de la natalidad o contra la despoblación rural, los abordamos con tranquilidad.

    Siempre creemos que son los demás, los de arriba, los que deben hacer algo. Vemos que los gobernantes se reúnen en cumbres climáticas año tras año para que todo quede en nada o tomen medidas absurdas que rápidamente son carne de meme.

    Leo en Internet la cantidad de petróleo que se gasta en fabricar plásticos, lo que tardan en degradarse o lo contaminante que es la industria textil. Cada prenda vaquera ha necesitado miles de litros de agua en su fabricación. En televisión, se habla de kilos de despilfarro de comida. Y eso, perdonen ustedes, no depende solo de los gobiernos.

    Hay muchas pequeñas acciones que, aunque nos cueste, debemos realizar nosotros: apagar luces, desconectar aparatos, cerrar grifos, separar basura, reciclar, reutilizar, comprar en comercios cercanos, usar transporte colectivo, proteger espacios naturales, no usar plásticos, llevar bolsas reutilizables, etc. La teoría la conocemos bien. Pero si alguien nos ve reparando algo o buscándole una segunda vida, enseguida nos dirán que es mejor tirarlo y comprar uno nuevo por cuatro duros.

    Vivimos de forma lujosa en una sociedad basada en el consumo, el negocio y el despilfarro. Y nadie nos dice ni les dice a nuestros niños la palabra clave: ahorro. Quizá solo en las ecoescuelas. Menudo problema.

    ¿Cómo ser ahorrativo si la sociedad nos impulsa a consumir sin límite? ¿Qué tiene que pasar para que nos demos cuenta de que vamos por mal camino?

    En los últimos días, he visto la luz. Hay un cambio en la gente. Hemos empezado por fin a apreciar el agua. El agua en estado sólido. Andamos como locos buscando cubitos de hielo.

 

domingo, 7 de agosto de 2022

El sonido del silencio



Enlace para leerlo en Ideal Digital Jaén


EL SONIDO DEL SILENCIO

                                                                                                                                        7.8.2022

    Llega el mes por excelencia de vacaciones y, este año con más ganas todavía, nos desplazamos buscando fresquito, descanso, experiencias y paisajes.

    Este verano, he contemplado playas deslumbrantes de Andalucía. Aunque hoy no nos vamos a centrar en la retina sino en el oído. Ya sé que lo ideal para relajarse y el colmo del sibaritismo es cerrar los ojos y escuchar el sonido de las olas, pero no voy a ser tan exigente. No me molesta tampoco, siempre a cierta distancia, oír distintos acentos y conversaciones. Sin ánimo de cotillear, claro. Que los niños vayan y vengan, jueguen y se comporten como niños entra dentro de la normalidad. Lo inconcebible es sobresaltarme con un ruido metálico enlatado que sale de un altavoz a todo volumen que localizo cinco sombrillas más allá y que se mantiene a lo largo de toda la jornada. Los dueños del altavoz han decidido que todos los vecinos debemos anestesiarnos con el ritmo machacón que ellos nos imponen porque sí, porque el espacio aéreo (o sonoro, en este caso) lo manejan ellos.

    A pesar del contratiempo, he vuelto a cerrar los ojos y he recordado la importancia de la música durante la pandemia, lo que llevan y traen los políticos quitándole horas a la educación musical, lo maravilloso que es crecer en una casa llena de instrumentos, los más de setenta conservatorios de Andalucía,…

    Y solo en Jaén, docenas de bandas, coros, orquestas, etc. Hace unos meses se presentó el disco “Jaén canta a Jaén” en el que artistas como Joaquín Sabina o Carmen Linares entre otros rinden tributo a su tierra con gran maestría. A modo de ejemplo, la Joven Orquesta In crescendo de Jaén, de gira por Francia. La Joven Orquesta Sinfónica de Jaén, recorriendo Italia durante diez días.

    Y también los de fuera han venido. Este año, el curso de perfeccionamiento Da Capo ha reunido en Cazorla a un centenar de estudiantes de instrumentos de cuerda de toda España, combinando música con amistad, naturaleza y vida, con la mejor vida para esos niños.

    De todos los géneros y colores, me vienen a la cabeza el Premio Jaén de piano, Jaén Jazzy, Blues Cazorla, el Festival de Música Antigua de Úbeda y Baeza, Etnosur, Música en Segura, las veladas flamencas de verano, conciertos en sitios tan imponentes como el castillo de Baños de la Encina o el festival de Otoño que está a la vuelta de la esquina con grandes nombres en el cartel.

    Un profesor me dijo una vez que había solo dos tipos de música: la buena y la mala. Aparte de acercar a los jóvenes a la buena, en los currículums educativos incluiría algo básico: escuchar música a solas y respetar el sonido del silencio.

    ¿Os imagináis que algún día los del altavoz ponen Nessum dorma o Nabucco a todo volumen? Parece que a quienes les gusta ese tipo de música son más considerados con el prójimo.  ¿Será que nunca van a la playa? ¿O es que no tendrán altavoz?

En todo amar y servir

                                         


Aquí se puede leer en Ideal Digital


EN TODO AMAR Y SERVIR                                                     

                                                                                                                       31.7.2022

    Celebramos uno de los días de San Ignacio de Loyola más ígneos de los últimos veranos desde el punto de vista climático. Y he recordado una máxima del santo vasco: “En todo amar y servir”.

    Hace más de un mes que se celebraron las elecciones andaluzas. Ya pasó todo el ruido de campaña, debates, encuestas y análisis por parte de tertulianos expertos y no expertos. Y los de la calle, todos opinamos, sabiendo o sin saber. Y no lo veo mal del todo. No nos van a quitar también eso. El problema surge porque todos creemos que tenemos la razón y la verdad alojadas en nuestra casa y hablamos sentando cátedra. Nuestros argumentos muchas veces son pobres e infundados basados en estereotipos, prejuicios y con información poco o nada contrastada. Qué fácil es mandar mensajes masivos a través de un móvil, el nuevo opio del pueblo. Cuánto odio y falsedad recibimos y reenviamos por inercia en nombre de los intereses de alguien. Solamente una sociedad informada, crítica y con valores podrá alejarse del rebaño.

    En todas las elecciones, respeto el resultado, sea el que sea, por un motivo: es la decisión del pueblo. Hemos elegido ciento nueve diputados, de distinta procedencia y con perfiles variados. Todos tendrán que reunirse, negociar, defender posturas e impulsar leyes. Ojalá que lo hagan sin rencores pasados y sin tener como objetivo las próximas elecciones. Gobernar y hacer oposición, aunque en menor medida, también es representar al pueblo. “En todo amar y servir”.

    Seguramente todos han hecho un largo recorrido hasta llegar al Parlamento. Es probable que todos deban plegarse a las directrices de su partido. Quizá a veces tengan que tomar decisiones que ni siquiera compartan. Si pudiera decirles algo, les pediría que en el desempeño de su tarea no causen ningún daño irreversible a esta tierra y a su gente. Aquel parque natural, aquel contrato, aquel hospital. 

    Y como me dirijo a ellos desde el respeto, también les diría que se cuidaran. Después de esas imágenes perfectas de la campaña electoral, les aconsejaría que sonrieran y besaran este verano sin que haya fotografía prevista para las redes sociales. Que se cuidaran de los idus de marzo. De los numerosos “amigos” que van a llegar a partir de ahora, de los de su propio partido, incluso de ellos mismos. La caída, como la de los ascensores de los rascacielos de Nueva York, puede ser silenciosa y fugaz. La puerta alguna vez se abrirá y los invitará a salir.

    Y en medio de esta vorágine imprevisible, queda Jaén. La solitaria Jaén. Con una sola consejera. Y tan contentos. Como novedad en estas elecciones, casi veinte mil personas han pensado que Jaén merece otra cosa, algo nuevo para sobrevivir. Hubieran sido felices con un escaño, solo para que las carencias y el ninguneo histórico hubieran sonado y rechinado un poco más en el Parlamento andaluz y quizás tocar así el corazón de los parlamentarios.

    Recuerden: “En todo amar y servir” (sin el pronombre “se”). Tatúenselo, señorías.