LA PANDEMIA DE LA SOLEDAD 14.07.2024
Parece que hay culturas como la mediterránea en las que las relaciones sociales son más importantes. Nos gusta el sol, la calle y estar con la gente. Y especialmente en verano. En cambio, en otras zonas más frías hay mayor tendencia al recogimiento y a la soledad.
Aprender a estar solos es quizá una asignatura pendiente en nuestra cultura. Estar con uno mismo, entregados a un libro o a alguna afición llena los vacíos que intentamos compensar apoyándonos en los otros. Aunque también hay que diferenciar la soledad elegida y la soledad impuesta.
El estilo de vida, especialmente en las ciudades de muchas partes del mundo, está abocado a las prisas, a la incomunicación y al aislamiento frente a décadas anteriores en las que las familias eran tribales y los barrios y las comunidades de vecinos eran auténticas redes de convivencia y soporte mutuo.
La soledad es una de las grandes pandemias internacionales. De hecho, hay países como Japón o Reino Unido que tienen un Ministerio de la soledad.
Esto se agudiza cuando se trata de personas mayores o con algún grado de dependencia. La imposibilidad de comunicarse con alguien cercano hace que el único refugio sea el pesimismo. Y el verano rompe las rutinas, los cuidados y los servicios, dejándolos en un compás de espera del abandono hasta el otoño.
Hace unas semanas RTVE nos ofreció un reportaje sobre los ancianos en Japón, el país más envejecido del mundo. En el país nipón, cada año cinco mil ancianos cometen pequeños hurtos para entrar en prisión. Así consiguen salir de la precariedad, encuentran comida, atención médica y, sobre todo, compañía.
Me sorprendo cuando unos amigos que han hecho un crucero por todo el mundo durante varios meses me dicen que han fallecido varias docenas de ancianos a bordo. Por lo visto, cuando hay más solvencia económica, algunos abuelos eligen crucero en lugar de geriátrico. Se embarcan continuamente para estar cuidados, acompañados y morir en alta mar si se tercia.
Esta pandemia silenciosa está siendo paliada cada vez más por asociaciones, empresas o proyectos. Es el caso de la empresa jienense Macrosad, recientemente galardonada con el premio Ideal 2024 de Economía. Se dedica a cuidar y a conectar generaciones desde hace treinta años. Con origen en Jaén se ha extendido con acierto por todo el territorio nacional.
Afrontar este problema con el que tarde o temprano nos toparemos es responsabilidad de todos. Es verdad que no es fácil asumir cuidados. A veces las relaciones familiares son complicadas y con la edad todo se retuerce. Pero también he conocido cómo la alegría compartida con ellos es más alegría y lo que por una parte puede ser una carga o un lastre, también nos sostiene y nos enriquece.
No sé qué sustantivo abstracto elegir: solidaridad, generosidad, conciencia, valores, filantropía,... Pero el resultado debe ser muy concreto: envejecer de forma más humana. Podemos probar con una llamada o una sonrisa. Es posible que en verano tengamos un poco de más tiempo, también para ellos.